Mantener ventajas competitivas o generar nuevas, así como crecer y desarrollarse, son objetivos empresariales fundamentales, pero que cada vez se hacen más complejos de alcanzar, sobre todo, porque al interior de las compañías los conceptos de “Innovación y Emprendimiento” no son parte del ADN.
Ya en su libro “El dilema del innovador”, Clayton Christensen detalla por qué las empresas buenas perdían su dominio de mercado, aun cuando seguían buenas prácticas de negocios, escuchaban a sus clientes y se enfocaban en sus productos más rentables. En su libro, Christensen, irónicamente, describe que estas buenas prácticas, que normalmente mejoran los productos y servicios, llevaron a que las empresas no respondieran ante nuevos productos y tecnologías. La razón: las nuevas tecnologías disruptivas que requieren cambios radicales en producción y marketing, y que aún no han encontrado un mercado.
Este concepto lo amplía: Scott et al., 2017; en su libro “Dual Transformation”, donde detallan que las empresas están obligadas a ser “Empresas Ambidiestras” o practicar la “Transformación dual” de acuerdo con el título de su libro.
Se trata que las empresas incorporen ambas capacidades al mismo tiempo, la de explotar y explorar. Explotar su negocio actual, y a la vez, explorar nuevas oportunidades de negocio. El proceso de exploración puede incluso significar explotar de mejor forma su negocio, es decir, buscar nuevas formas de ser más eficientes. Sin embargo, también deberá ser capaz explorar, por ejemplo, nuevas oportunidades de mercado, nuevas tecnologías o modelos de negocio.
En innovación, mejorar la explotación del negocio actual, se denomina “innovación incremental”, y esta es la encargada de iniciar un proceso de exploración, haciendo mejor las cosas, ya sea con los mismos recursos, o quizás, con menos recursos. Nosotros preferimos llamarlo con todas sus letras “eficiencia”, ya sea operacional, administrativa, comercial, o en cualquier ámbito o área en que esta se practique.
Por otro lado, si el proceso de exploración lleva a que una empresa pueda desarrollar nuevos productos, tecnologías, diseños, o que implique una ruptura radical a lo que actualmente ofrece el mercado, estaríamos hablando de una “innovación radical”.
Actualmente, muchas empresas no consideran esta “exploración” como una inversión, debido a que significa incurrir en gastos adicionales, los cuales disminuyen los márgenes de los resultados de estas. Lo que se debe entender, es que no debe ser considerado como un gasto, sino como un costo de inversión en innovación, pues el resultado de esta puede significar grandes ingresos para la empresa. Como se mencionaba anteriormente, la no consideración de esta actividad se traduce en el mediano o largo plazo en una obsolescencia que termina por acabar con la empresa.
Empresas como Blockbuster, Kodak, Motorola, Olivetti, Nokia, entre tantas, son ejemplos de empresas que sufrieron los efectos de no ser empresas ambidiestras, de no anticipar tecnologías disruptivas. Y, a consecuencia de ello, perdieron su liderazgo en los mercados que operaban.